El dolor es una emoción muy complicada e incomprendida. Sin embargo, el duelo es algo que, por desgracia, todos tenemos que experimentar en algún momento u otro. Si se trata de una pérdida por muerte, divorcio o alguna por otro motivo, las etapas del dolor suelen ser las mismas. Si nos quedamos atrapados en una fase u otra, el proceso del dolor no es completo por lo que este dura y dura.
Si no conseguimos avanzar en el dolor, no habrá curación. Una persona tiene que pasar por todas las etapas para poder decir que lo ha superado. No todo el mundo pasa por las etapas, al mismo tiempo. El dolor es diferente en cada persona. No se puede obligar a una persona a que pase más deprisa por las etapas para que se recupere lo antes posible. Una de estas etapas es la de negación: «esto no puede estar pasándome a mí».
En esta etapa, la persona no es capaz de aceptar, o incluso reconocer la pérdida. El siguiente paso, suele ser el de la ira: «¿por qué a mí? Los sentimientos hacen que la persona afectada por el dolor quiera defenderse o vengarse. Esto suele ser muy normal cuando se produce una separación o divorcio de la pareja. Con el tiempo esta ira puede pasar a convertirse en “mendicidad”, es decir, hacer todo lo posible para que la otra persona vuelva a formar parte de su vida.
Una de las fases más duras es la de la depresión. La persona es invadida por una abrumadora sensación de desesperanza, frustración, amargura y autocompasión. Finalmente, deberá llegar la aceptación que no se debe confundir con la resignación.