Desencanto


El amor cuando va bien o está bañado de ilusión está lleno de encanto. Por ello, cuando abres los ojos y te encuentras con la cruda realidad se produce el desencanto de ver la verdad en sí misma. Es decir, al margen de lo que tú quisieras o de lo que te gustaría tienes que ser sincero y no engañarte para valorar qué siente el otro. A veces, no es necesario con que el otro te diga que no tiene interés en ti, sencillamente, porque eso se nota. Es decir, conviene aprender también a escuchar y analizar los hechos en las relaciones personales.

Por ello, no sólo las palabras sino también, los hechos pueden ser los que dejen en ti un sabor amargo de decepción, heridas y desencanto que será mayor o menor en función del grado de expectativas que tú te habías generado. Y es que, a veces, las expectativas surgen de uno mismo, de la idealización que se ha hecho de la otra persona, de las aspiraciones propias… ¿El desencanto se cura?

Sí, y en este sentido, en la medida en que hayas superado más de una decepción en tu vida, verás que te resulta más fácil superar el dolor para centrarte en ti mismo y en tu propia vida. El desencanto está formado por tristeza, rabia, decepción, dolor, pena y, a veces, también enfado.

Enfado con uno mismo, con el otro y con la propia vida. Es decir, puede llegar a mostrar un grado de frustración profundo al tener que asimilar cosas que uno mismo querría que fuesen de otro modo. La vida no siempre es como uno desea, lo importante es aprender a adoptar la actitud adecuada en cada circunstancia para saber relativizar los hechos y ver lo bueno cuando la tristeza te invade por dentro.

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