Los grandes acontecimientos guardan tras de sí episodios amorosos que han quedado grabados en el libro de la historia.
Las emociones asociadas al amor pueden ser extremadamente poderosas, llegando incluso a transformar experiencias y actitudes. Sin embargo, el amor no ha sido siempre como generalmente hoy lo conocemos. Y de hecho, existen muchas maneras de concebirlo según las culturas firmemente establecidas en la actualidad.
Desde la antigüedad las relaciones entre parejas han estado presididas por la violencia, el sometimiento y la competencia amorosa. Sacando provecho del lado positivo de las cosas, el puro sentimiento amoroso entre un hombre y una mujer ha triunfado por encima de convencionalismos, prejuicios e imposiciones. Sin embargo, pocos humanos han saboreado realmente la esencia verdadera del amor. Muchos ejemplos de tales emociones han quedado relegados a la ficción literaria en un intento de los autores por ansiar esa esfera personal que seguramente les conduciría a la felicidad.
En estos días el matrimonio puede destacar por unir a dos personas que realmente se aman con sinceridad. Pero no olvidemos que es una institución social con la que se pretende organizar la vida sexual de la pareja y ha contado con aspectos cambiantes en su transcurrir histórico.
Para los adeptos a las doctrinas puritanas y otras afines, las responsabilidades morales en el matrimonio son diferenciadas. A las mujeres, por ejemplo, se les designó como las encargadas de practicar el autocontrol de sus impulsos sexuales. Esto se tradujo en exigencias para ellas de ser puras en su conducta y en sus sentimientos. En contraste con los hombres, a los cuales se les permitió ser lascivos y dejarse llevar por las tentaciones.
Afortunadamente, esta situación desventajosa para la mujer va cambiando. Para muchas féminas la relación de pareja es un entretenimiento para satisfacer gustos, preferencias y aficiones… ¿Y por qué no? Para alcanzar el auténtico amor.