El miedo y el amor parecen, en apariencia, sentimientos opuestos. Sin embargo, ambos se dan la mano. Es decir, el temor surge precisamente a raíz del amor en algunas ocasiones. Así sucede cuando alguien tiene miedo de no ser correspondido, sufre ante la pérdida del ser amado, se inquieta ante la idea de que pueda sucederle algo malo… En este sentido, el amor te hace fuerte y valiente porque gracias a este sentimiento tan noble eres capaz de arriesgar y de luchar por una historia.
Sin embargo, a través del amor, el ser humano se torna profundamente vulnerable. De hecho, cuanto más se ama a una persona más temor se tiene ante la idea de poder perderle. Se trata de un temor lógico, humano y natural que no sólo se extiende a la relación de pareja sino también, a otros vínculos afectivos.
Así sucede también, en el ámbito familiar. Siempre se sufre al despedir a un ser querido que ha fallecido. Del mismo modo, la pérdida de un buen amigo produce tristeza. Es conveniente aprender a convivir con el temor para amar más y mejor. Y es que, tomar conciencia de que nada es para siempre porque el ser humano tiene fecha de caducidad, puede ayudarte a valorar mucho más todavía este momento que tienes la oportunidad de vivir y de disfrutar de verdad en primera persona.
El error en algunas ocasiones, es que el temor, es decir, el miedo a sufrir haga que algunas personas ni siquiera se arriesguen a amar de nuevo. Sin embargo, amar implica asumir riesgos, es decir, hacer frente con valentía a los temores más inconscientes. Incluso, a la posibilidad de que la otra persona pueda enamorarse de alguien diferente. La única forma de controlar el miedo es aprender a vivir pensando en el ahora y no en el futuro.