Existen muchos tipos de parejas diferentes, relaciones que quedan marcadas por el modo de ser da cada uno, las expectativas y la propia forma de entender el amor. Existe un tipo de pareja que puede ser un tanto asfixiante desde fuera cuando se analiza con objetividad. Es el caso de las parejas dependientes, es decir, de aquellos novios o matrimonio que no pueden dar un paso sin que esté el otro o hacer un plan que no implique a ambos.
Por supuesto que es positivo tener espacio para compartir en común, sin embargo, es una pena reducir la vida al ámbito de la pareja. Incluso cuando se tienen hijos, hay parejas que se organizan a la perfección para que mientras uno cuida del niño en casa, el otro pueda estar haciendo un plan con sus amistades un viernes por la noche por ejemplo. Vivir mirando el reloj a cada paso puede resulta agotador.
Por otra parte, las parejas dependientes no se permiten dar el espacio que merece a la amistad, ni a las personas que están allí. Se trata de algo inconsciente ya que en la cúspide de los valores de las parejas dependientes se encuentra el amor y después, vienen otras metas. Es bueno entender que el amor es compatible con la amistad, de ahí, brota la riqueza de la vida.
Y que nadie tiene que renunciar a sus verdaderos amigos por el hecho de haber encontrado a una media naranja. Es mucho más viva y más gratificante una relación en la que cada persona tiene su propia vida, sus inquietudes, sus intereses que no una pareja que termina fusionada al cien por cien, hasta el punto de hacer siempre lo mismo en el tiempo de ocio. Las personas no somos fotocopias sino que la riqueza de lo humano brota de la diferencia.