Las invitaciones deberían enviarse como mínimo un par de meses antes de la boda. Si retrasamos excesivamente el envío, es probable que algunos invitados no puedan acudir por haber concertado compromisos previos.
Siempre resulta preferible entregar las invitaciones de boda mano; la invitación es más personal. Pero siempre no será posible. En estos casos se debe recurrir al correo para su envío. Debéis incluir el remitente en el sobre de la invitación. Así podremos saber cuales han podido ser entregadas, y cuales no para evitar malentendidos de última hora.
– Si la confirmación puede ser vía postal, además de telefónica o en persona, es buena idea incluir dentro del sobre una tarjeta de respuesta estándar en la que el invitado solo deba escribir su nombre. De este modo le simplificamos la tarea.
Si en alguna esquina de esta tarjeta incluimos un código numérico podremos identificar la tarjeta aunque el invitado haya olvidado escribir su nombre en ella. En ocasiones sucede.
– Los hijos pequeños pueden ser incluidos en las invitaciones dirigidas a sus padres, pero aquellos que superen los dieciséis años deberían recibir su invitación propia.
– Envía primero las invitaciones de boda de aquellas personas cuya asistencia consideres imprescindible. Deja para el final cuando ya estés recibiendo las respuestas, las invitaciones de aquellas personas que te gustaría que asistieran, pero sólo si hay plazas disponibles.
– Cuando se encargan las invitaciones a la imprenta siempre es bueno imprimir un número mayor de las realmente necesarias. De este modo tendremos de sobra ante invitados de última hora.