La sensibilidad no entiende de género, es decir, es una virtud al alcance de hombres y de mujeres, y lo cierto es aquellas personas que la tienen, muestran un alto poder de inteligencia emocional en las relaciones personales. La sensibilidad puede darse en grados muy diferentes. Tal vez, un ejemplo de profesionales que son muy sensibles son los poetas que tienen una capacidad extraordinaria de conectar con su mundo interior a través de la palabra. Pero además, la sensibilidad muestra la capacidad de una persona de atender al sentimiento, y esto genera empatía. En una relación de pareja, en ocasiones, como por ejemplo, cuando conviene tratar asuntos de la economía doméstica, es importante dialogar desde la razón y el pensamiento. Sin embargo, en la gran mayoría de ocasiones, es indispensable atender al sentimiento.
En este sentido, uno de los conflictos más grandes que se pueden dar en una pareja es el hecho de que una persona sea sensible, y otra, por el contrario, sea más fría. Allí se produce un choque de modos de ser que puede ser muy hiriente para aquel que necesita más cercanía. La sensibilidad también presupone otras virtudes, como por ejemplo, la educación y el respeto hacia lo humano. Esta virtud se puede cultivar y poner en práctica a través del amor por la cultura por ejemplo. En concreto, a través del amor por la música o la pintura.
La sensibilidad te ayuda a decir lo adecuado en cada momento en base a las necesidades del otro. O al menos, te ayuda a no decir nada fuera de contexto en el momento inapropiado en base a la inteligencia emocional necesaria en una pareja. El exceso de sensibilidad en ocasiones, también puede ser causa de sufrimiento en tanto que la persona puede sentirse herida con facilidad.