El siglo XVII representa una época de crisis a nivel europeo. De hecho es algunos países la población experimenta un estancamiento muy acusado debido a las guerras, el hambre y la peste.
En relación a los aspectos familiares, hasta los siete años, los niños eran cuidados por las madres. Pero a partir de esa edad, la educación era cosa del varón: La severidad y la disciplina eran los métodos más extendidos para transformarlo en un ser útil y cristiano responsable.
Además, había claras diferencias de trato según el sexo: Bajo la tutela de la madre, las niñas realizaban actividades adecuadas para su socialización. El objetivo consistía en convertirlas en futuras buenas esposas. ¡Qué supieran leer o escribir no era importante! Únicamente las niñas de status más alto tenían el privilegio de tener un preceptor en la casa.
La única salida de vida decente para las féminas era el matrimonio. Éstas tenían que pagar una dote a su pretendiente para poder casarse. Las tareas domésticas eran asignadas a las mujeres y dependiendo de si se trataba de un entorno rural o campesino, tenían mayor o menor volumen de trabajo. Las prácticas religiosas se convirtieron en una vía de escape ante las funciones del hogar.
Por ejemplo, en México los padres que no estaban de acuerdo con la celebración del matrimonio de sus hijos, ponían en práctica soluciones extremas como el secuestro, la violencia, insultos, encierro y todo tipo de malos tratos.
Las autoridades eclesiásticas y civiles seguían ejerciendo un severo control en cuanto a la sexualidad. La inquisición perseguía todo un repertorio de delitos sexuales.
El amor estaba considerado como enfermedad generadora de la melancolía, que podía remediarse bien con un tratamiento homeopático (el amor se cura con amor), bien con un tratamiento aleopático (el amor sólo se cura por la vía de la búsqueda de otros placeres.