Desde niños, acudimos al colegio para estudiar y aprender. Sin embargo, en realidad, los temas humanos son los grandes desconocidos dentro del entorno educativo. En realidad, existen cuestiones que vas aprendiendo a lo largo de la vida, conforme te haces mayor, gracias a la experiencia. Una fuente de conocimiento inagotable. Poco a poco, aprendes a superar la tristeza por un amor no correspondido, otras personas también, son un ejemplo de superación al afrontar con fuerza la muerte de la pareja, nadie nos enseña a ser más humildes, a tener más capacidad de perdonar.
Tal vez, hay cosas que de una forma puntual te explican en la teoría, sin embargo, al final, eres tú mismo el artífice del milagro. Es decir, eres tú quien obra en primera persona de una forma práctica. Se aprende a querer mejor con el paso de los años. Y la realidad es que muchas personas mayores, se dan cuenta de todo lo que les queda por aprender. Sencillamente, porque siempre se puede ser una mejor persona, vivir más el presente, tener más sentido común, más esperanza, menos miedo…
Pero todo esto se complica cuando se trata de virtudes que vas aprendiendo poco a poco. Y que no se trata de memorizarlas para hacer un examen teórico, sino de vivirlas y de sentirlas para que formen parte de tu propio modo de ser. Es decir, para que formen parte de tu propia esencia.
Por suerte, la empatía nos permite conectar con los demás. Esta es una de las razones por las que es posible, aprender de los errores ajenos, emocionarte con la historia de un amigo, comprender a alguien que está sufriendo, seguir los consejos de alguien que te quiere de verdad… En definitiva, en la medida en que compartimos la vida con los demás, también podemos aprender mucho.