Las emociones interfieren de una forma clara y directa en las relaciones. En esencia, es un misterio que dos personas se encuentren en un momento de su camino y quieran exactamente lo mismo. Es decir, quieran compartir. Ya sea un noviazgo, una amistad, una relación de compañerismo… Siempre se comparte, y en la vida, si de verdad quieres que las relaciones salgan bien tienes que implicarte.
Hay veces en las que los cambios en las relaciones asustan. Por ejemplo, un miedo habitual al finalizar la universidad es si lo amigos que se hicieron allí seguirán siéndolo en el futuro. El tiempo te muestra que los cambios son muchas veces, a mejor. Sencillamente, porque también te permiten evolucionar. Es decir, si un compañero de clase, fuese tu eterno compañero de clase, entonces, tal vez, nunca te permitirías ir más allá para apostar fuera de una relación extraacadémica.
Sin embargo, al final, lo que cuenta no es sólo el inicio de una historia. Lo importante es saber mantener luego el vínculo, dejar de lado la timidez, intentar ver todo lo bueno que puede aportarte esa persona… Con el paso de los años, a veces, se pierde frescura en las relaciones porque las decepciones te hacen protegerte de cualquier posible dolor. Sin embargo, merece la pena apostar por alguien que te interesa de una o de otra forma y que quieres que forme parte de tu vida.
Las emociones interfieren en las relaciones para bien y también, para mal. Por ejemplo, el recuerdo de una traición reciente puede llevarte a juzgar de una forma negativa a otra persona en el presente sin un motivo aparente. Por otra parte, el miedo te hace quedarte estancado en ti mismo sin dar la oportunidad de abrir la puerta a los demás. Escucha tus emociones pero poniendo también, atención en la razón.