Las barreras personales existen, y de hecho, crean malestar y sufrimiento cuando son muy importantes y están muy arraigadas en el modo de ser y en la personalidad de una persona. La gran mayoría de las barreras deben derribarse. Son murallas emocionales que se han afianzado a través del hábito, por ello, es imposible destruirlas en cuestión de dos días. Se necesita mucha paciencia con uno mismo, fuerza de voluntad, y ganas por aprender a vivir con más libertad.
Las personas se acomodan a tener dichas barreras, por ello, desde la comodidad puede que tampoco se eche de menos la falta de libertad. Es mayor el miedo a los cambios que la sensación de malestar presente. Por ello, para romper las barreras personales, el primer paso es tomar conciencia de ellas a través de un ejercicio de introspección. Tú te conoces mejor que nadie por ello, lo ideal es que analices sin qué rasgos de tu carácter serías más feliz y las relaciones personales de más calidad.
Por ejemplo, existen varias barreras personales que pueden romper la confianza entre dos personas. La soberbia termina agotando a quienes están alrededor. Del mismo modo, los cambios bruscos de humor no resultan fáciles de entender para las personas del entorno. La inseguridad en ti puede que se refleje con los demás desde el complejo de superioridad o el afán de perfeccionismo. En la medida en que derribas tus barreras personales también, te acercas más a los demás. Por ello, ganas en tu vida compañía, amigos y amor.
Por supuesto, siempre es bueno tener ciertas barreras para protegerte de ciertos peligros. Por ejemplo, por pura prudencia es bueno educar a los niños en la idea de que no hablen con desconocidos. Las barreras deben quedar reducidas al plano de la prudencia y de aquello que implica cuidar de tí.