El amor nace de uno mismo, por ello, es más importante dar que recibir. Muchas veces, las carencias en el seno de una relación se producen porque una de las partes, se coloca en la pasividad de recibir. La verdadera felicidad surge del desinterés absoluto de dar amor sin condiciones, no sólo en el plano de la pareja, sino también, de la familia o de la amistad.
Está claro que lograr esta meta no es un objetivo nada sencillo sino que se adquiere con la madurez y también, con la libertad interior de saber que una buena autoestima es la mejor forma de amor. Quien quiere cubrir sus propias carencias afectivas por recibir atención de los demás, entonces, permanece encadenado a un factor externo.
Dar amor sin condiciones parece especialmente difícil en la sociedad actual donde los intereses profesionales en ocasiones, van en contra de los intereses personales, o también, donde el número de divorcios crece y las tentaciones son más que evidentes.
Cuando consigues ofrecer un amor sin condiciones muestras que tu cariño está por encima de cualquier cosa, y este tipo de vínculo, es capaz de resistir cualquier obstáculo. De hecho, solo gracias a esta generosidad tan extrema es posible compartir toda la vida en común con una persona. Pero el amor sin condiciones no puede ir en una única dirección sino que tiene que alimentarse por ambas partes.
Esta forma de amar es generosa, sacrificada y empática. En este tipo de casos, el amor sigue fuerte en medio de los apuros económicos, de una situación de enfermedad o de cualquier situación adversa. Se trata de un amor más basado en la voluntad y el compromiso que en el sentimiento: quienes viven a merced del sentir pueden terminar solos y vacíos por dentro porque el sentimiento es mucho más cambiante e inestable.