En general, al hablar de amor siempre se piensa en el cambio emocional que sufre una persona al enamorarse, sin embargo, también existe el paso contrario. Personas que han vivido una historia bonita, dejan de sentir lo mismo y se desenamoran. Es ley de vida. Pero este en proceso, siempre hay heridas y decepciones.
Una de las mayores decepciones de la vida es creer que se ha encontrado a alguien muy especial, y luego sentir que no es así. En general, el proceso de desenamoramiento se produce de una forma gradual y paulatina. Poco a poco, tienes menos ganas de estar con tu pareja, ya no te ilusiona igual que antes hacer planes en común, e incluso, buscas excusas para no quedar. Lo que más cuesta en una situación así es dar el paso de romper. En general, las personas suelen darse un tiempo para estar seguras de sus sentimientos y no hacer más daño al otro.
En sentido estricto, siempre se produce un proceso de desenamoramiento, incluso, en los casos de las parejas que evolucionan de una forma positiva. Pero por mucho amor que haya, la intensidad del inicio se acaba: ya no hay mariposas en el estómago, nervios ante las citas, ansiedad por ver a la otra persona… Por tanto, también existen diferentes formas de enamoramiento. En una primera etapa tiene más peso la emoción, y en las historias maduras, puede más el querer y el compromiso establecido.
Aquellas personas que han dejado de estar enamoradas inician una nueva etapa en la que es bueno estar con uno mismo y disfrutar de la libertad. Lo mejor es ser sincero para no hacer más daño del necesario a la pareja. Es imposible que no sufra nada si hay sentimientos de por medio. Al dejar de estar enamorado, se pierden unas cosas pero se ganan otras.