La idealización es un acto muy instintivo en el inicio de una nueva relación. Esa persona es perfecta ante tus ojos. Sin embargo, existen tres razones por las que no deberías idealizarle. ¿Cuáles son esos motivos para controlar esta actitud en el enamoramiento?
Tú te posicionas en rol de inferioridad
Cuando sitúas en el pedestal de la perfección a esa persona, de un modo prácticamente inevitable, tú te posicionas en un rol de inferioridad respecto de él/ella. Intenta priorizar la igualdad de roles como el mejor escenario para avanzar en una relación desde el realismo de saber que esa persona puede ser perfecta ante tus ojos, sin embargo, tu mirada no es precisamente objetiva. Estás enamorado; eso ya implica una distorsión cognitiva en el inicio de una historia. Tómate tu tiempo para conocerle mejor antes de extraer tus conclusiones definitivas.
El riesgo de la idealización excesiva es que puede llevar a una persona a buscar un salvador externo en el amor. Un tópico habitual en el amor romántico de las comedias de cine.
El amor en la rutina
Admirar a alguien cuando todo en esa persona te parece un aliciente para salir de la rutina puede ser más sencillo que cuando llega la estabilidad en una relación que tiene más dosis de monotonía. Es mejor no idealizar a alguien, sino amarle desde el realismo de la cotidianeidad de vuestras vidas. Allí donde nace la esencia verdadera del sentimiento.
Prevenir posibles decepciones
Cuando idealizas a alguien sin tener motivos objetivos para hacerlo, más allá del puro flechazo, eres vulnerable ante el riesgo de una decepción que será mayor por el puro impacto psicológico de ese golpe emocional. Por ejemplo, cuando una persona se marca expectativas altas antes de tiempo, sufre más si se produce un desenlace repentino en esa historia.
En lugar de idealizar a una persona, intenta admirarle, encontrando los motivos que despiertan en ti este sentimiento.