La perfección no es algo bueno, es una esclavitud emocional que en más de una ocasión, no sólo sufre el perfeccionista, sino también, quien está cerca. En el ámbito doméstico, una persona perfeccionista es aquella que tarda horas en arreglarse porque nunca se ve lo suficientemente bien ante el espejo, es maniática de la limpieza por lo que se pone de los nervios cada vez que algo está fuera de lugar, y el salón no luce como una portada de revista. El perfeccionismo es duro de soportar un día tras otro, por ello, en caso de que tu pareja siempre aspire a algo más, tendrás que hablar con ella, para explicarle cómo te hace sentir a ti la situación.
Dialoga con humor
Las personas perfeccionistas, en más de una ocasión, son conscientes de que tienen ese hábito y saben que tienen que corregirlo. Por tanto, son capaces de reírse de sí mismas. Puedes aprovechar esta capacidad para hacerle ver desde fuera, lo exagerado de sus aspiraciones.
Si el entorno termina cediendo a todas las aspiraciones de una persona perfeccionista, entonces, se va fortaleciendo todavía más en esta costumbre. En cambio, si actúas cómo tú quieres, le obligas a ceder en ciertas cosas y le pones en una tesitura incómoda. La incomodidad es necesaria para crecer y evolucionar como persona.
Cómo manejar la obsesión por el orden
¿Cómo manejar la obsesión por el orden? Delegando, es su problema, no el tuyo. Por tanto, no te esclavices a ti mismo en las tareas de la casa, un días tras otro, y vive. Delega en la otra persona porque nada estará tan perfecto como desea, por ello, tú quédate bien contigo mismo haciendo las cosas a tu modo.
La perfección, se suele asociar con algo positivo, sin embargo, el perfeccionismo trae mucha insatisfacción a largo plazo. Imagínate cocinar para alguien que cada vez que prueba el menú pone alguna pega y te dice que está demasiado salado o que no está en su punto.