Cada persona observa el mundo y la realidad desde su propio punto de vista y su perspectiva. Este es el motivo por el que ante un mismo hecho, cada persona reacciona de una forma totalmente diferente en base a sus circunstancias o a su modo de ser. En el seno de la pareja, más allá de las semejanzas y puntos en común, las diferencias no sólo son evidentes sino que también, son positivas y saludables.
Pero a veces, existe un error frecuente en el modo de pensar que es el de la proyección. Es decir, el de proyectar sobre el otro tu propio modo de ver las cosas, pensar que él también piensa y siente cómo tú. Tal vez, este modo de actuar sea una forma de defendernos del dolor que puede producirnos una decepción o el temor de afrontar determinado conflicto.
La proyección en cierto modo también es aprendida. Por ejemplo, hoy día a través de las películas románticas de Hollywood podemos observar historias de amor totalmente idílicas que son ajenas a la realidad. De hecho, toda película termina con un final dulce, un final que en la vida no es más que el inicio de una relación de pareja que implica trabajo, sacrificio y esfuerzo.
La libertad es una de las bases de la pareja. Esta cualidad también fomenta el respeto. Por ello, es mejor evitar proyectar el pensamiento sobre el otro y preguntarle directamente su punto de vista sobre determinado aspecto. La comunicación no sería necesaria en caso de que pudiésemos adivinar los pensamientos del otro. Algo que a veces, también pretendemos por error. Queremos que el otro adivine cómo nos sentimos sin tener que decirlo. De momento, los milagros y el amor son dos cosas totalmente distintas.