El amor y la psicología son dos realidades que se dan la mano teniendo en cuenta que cada ser humano tiene su particular forma de amar, es decir, tiene su propio modo de vivir los sentimientos. De hecho, un mismo ser humano tiene la capacidad de amar de diferente forma en función de la etapa de la vida en la que se encuentra. Por ejemplo, en un momento de decepción, cualquier persona se coloca más a la defensiva que cuando se encuentra inmersa en un periodo de confianza plena.
Por otra parte, el amor implica de una aceptación total. Es decir, amar incondicionalmente a alguien implica valorarle tal y como es, sin pretender cambiarle. Sin embargo, son muchas las personas que pasan la vida a la espera de querer cambiar a sus parejas. De este modo, surge la distancia, el descontento y la tristeza general en el seno de una relación que pierde calidad.
El amor, en realidad, requiere de generosidad. Es decir, la felicidad de uno se basa también, en el bienestar del otro. Sólo así se puede aprender a ceder, a mirar por los intereses comunes en vez de por el propio. Por otra parte, en el amor conviene encontrar el equilibrio entre razón y corazón para poder vivir con libertad y sabiduría en cada paso. El amor no es una conquista de un día, sino de toda la vida. Es decir, siempre puedes aprender algo nuevo, tener la capacidad de estar mejor con aquellos que te rodean. Y entender que en una relación de pareja, también tiene que haber amistad.
Cada persona encuentra su propio camino en el amor. En ocasiones, existen etapas de desorientación pero siempre existe una luz al final del túnel. Esa luz tiene un nombre: esperanza. La psicología del amor se refleja en algo muy sencillo: cuanto más te conoces a ti mismo, más fácil te resulta estar bien en pareja.