La resignación amorosa


La resignación es buena en tanto que te permite estar contento con aquello que tienes, valorar tu situación presente y tus circunstancias. Sin embargo, la resignación se convierte en mala cuando se vuelve un conformismo absoluto que puede ir en contra de las propias emociones. El ser humano tiene la capacidad de acostumbrarse después de mucho tiempo, a un amor poco gratificante. Pero en algunos casos, existen personas que se resignan y se conforman por el miedo a estar solas, ante el temor de no encontrar a alguien mejor o también, por miedo al qué dirán.

En otros casos, también hay personas que tardan tanto tiempo en plantearse tomar una decisión que para cuando quieren hacerlo, ya no se atreven porque creen que ya no tiene sentido hacerlo a cierta edad. La realidad es que cualquier momento es bueno para empezar a vivir de verdad y aspirar a algo mejor.

Algunas personas se resignan porque creen que eso es lo que les ha tocado vivir. Pero en realidad, no olvides que eres libre y que en tu mano está la capacidad de tomar decisiones y hacer cambios en base a tu propio bienestar. Pero para hacerlo, es indispensable estar decidido a dejar atrás una etapa de la vida para comenzar una nueva. Del mismo modo, hay que tener valentía para hacer frente a la incertidumbre y asumir riesgos.

No te resignes a vivir de una forma que no te hace feliz. Puedes aspirar a algo más y ese más tiene nombre propio: felicidad. Al compás de la resignación mal entendida, la vida se va pasando como si fuese nada. Se desperdicia, y para cuando la persona quiere darse cuenta, es imposible volver atrás y recuperar el tiempo perdido. Pero además, las emociones más habituales en este contexto son: rabia, resentimiento, frustración, decepción, enfado… En caso de tomar las decisiones adecuadas, es posible cambiar este recetario emocional por la alegría, la gratitud y la paz.

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