Existe un sentimiento bastante universal en el ser humano. El de sentir dolor, sufrimiento, decepción y angustia ante un fracaso. Sin embargo, esa palabra que pesa como una losa sobre la mente humana, muchas veces no es en sí misma un fracaso. Es decir, hay que diferenciar un hecho que depende únicamente de tu voluntad de aquello que no puedes controlar al cien por cien.
Algo en lo que interfieren otras muchas personas. Así sucede, por ejemplo, en el amor que para ser correspondido implica un trabajo de dos. En ese caso, nadie manda en el otro, es imposible acceder a su conciencia… Por ello, nadie que intenta amar fracasa más allá de que el resultado no sea el esperado.
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