Dependiendo del momento de la vida, del grado de madurez o de la situación personal de cada uno se pueden establecer vínculos afectivos de diversa índole. Algunas personas caen en el error de la dependencia emocional, es decir, de perder de vista su propia individualidad para vivir al compás del otro. Algo que en cierto momento, puede terminar agotando a la otra persona, sencillamente, porque no hay nada que resulte más atractivo que el hecho de que una persona sea consciente de sí misma y de cuáles son sus necesidades más allá de estar en pareja o de no estarlo.
En el otro lado de la balanza, es decir, en oposición a la dependencia emocional, tenemos la separación afectiva, el caso de aquellas personas que son capaces de establecer relaciones positivas, saludables y estables en base a un amor que suma y que nunca resta. La separación afectiva te permite tener confianza en tu pareja y no dejarte llevar por los celos, además, también te permite seguir cumpliendo los verdaderos sueños de tu corazón sin creer que tienes que renunciar a ellos en beneficio del propio amor. Si alguien de verdad te quiere, debe animarte con tus proyectos (y a la inversa).
La separación afectiva es una cuestión de madurez que se va logrando con el paso de los años gracias a la sabiduría que permiten los errores. Es decir, de los fracasos sentimentales también se aprende y mucho. Cualquier chica debe aprender en algún momento de su vida que no debe estar pegada al teléfono sin hacer nada esperando que el chico le llame de una vez. Lo que tiene que hacer es seguir con su vida, porque si el interés es real, en algún momento, la historia surgirá.
Dependencia emocional y separación afectiva: dos formas diferentes de entender el amor y las relaciones personales que te conectan de forma directa con el dolor o con la felicidad.