Dentro de los inicios de una historia de amor, o más bien, en pleno proceso de atracción, existe una sensación universal: la duda que puede llegar a pesar toneladas sobre la mente propia y también la ajena. Dudas porque no sabes si el otro te quiere, tampoco estás convencido de lo que sientes tú al cien por cien, sufres porque te da miedo ilusionarte con alguien que tal vez, luego no te corresponda del mismo modo. ¿Cuál es el resultado de este círculo?
Sencillamente, que a base de pensar demasiado terminas matando el sentimiento porque el miedo no es el mejor aliado para crear ningún vínculo con otra persona. ¿De dónde procede el temor? De esa mochila de experiencias pasadas con la que cargamos en nuestra memoria, de las vivencias que acumulamos que no sólo son positivas sino también, negativas. De hecho, con el paso de los años es habitual que alguien que ha tenido mala suerte se proteja mucho en el amor. Hasta el punto de que el otro, prácticamente por arte de magia, tenga la valentía de hacerlo todo, de arriesgarse, de tomar la iniciativa, de mostrar interés a toda costa…
La verdad es que no es fácil porque cuando actuamos así olvidamos que la otra persona tiene las mismas limitaciones que nosotros. Del mismo modo, también es esencial aprender a controlar las dudas a través de la paciencia. No es bueno pensar más allá de lo que pasará dentro de dos años, entre otras cosas, porque nunca existe la certeza absoluta. Ni siquiera los matrimonios que ya se conocen la tienen como muestra el elevado número de divorcios.
Vive el ahora y disfruta el momento. Y lo que es más importante, evita atormentarte por el motivo por el que te dijo tal cosa. No todo se puede racionalizar al cien por cien.
Este es probablemente el tipo de muerte ms dura y difcil de asumir por los familiares y amigos del fallecido porque ocurre sin previo aviso y no hay tiempo para hacerse a la idea de que se va a perder a un ser querido.