Son muchas las personas que en algún momento de su vida han tenido que hacer frente a una infidelidad. De hecho, no todas las personas que han sido infieles lo confiesan. Es decir, no siempre se llega a conocer la verdad absolutamente sobre una relación. La fidelidad es mucho más de lo que a veces, se piensa a simple vista. Se trata de un sentimiento que remite a la lealtad que sientes por otra persona.
Es bonito poder encontrar a alguien que te complementa a nivel vital. Y todavía es más bonito que alguien tenga la capacidad de superar tentaciones (que evidentemente siempre existen) para no echar por la borda una historia de meses o años.
La fidelidad es un valor como otro cualquiera. Por ello, una pareja en la que la fidelidad no sea esencial por ambas partes no tiene nada que hacer. Sencillamente, porque dos personas para estar juntas deben tener un proyecto de vida que sea compatible. El ser humano tiene razón, es decir, es capaz de dominar sus impulsos y sus deseos en base a un fin superior y no dejarse llevar siempre por el mero apetecer.
La realidad es que conviene aprender a vivir valorando las consecuencias de los actos, es decir, pensando en el daño que se puede hacer a otras personas y también a uno mismo. Las personas que son infieles una y otra vez son víctimas de sí mismas en tanto que muestran con su actitud que son incapaces de amar. Ser fiel o no serlo es una opción totalmente libre y personal. Lo que no está bien es engañar a otra persona, jugar con sus sentimientos y utilizarle olvidando que tiene corazón.