La vida cambia cuando se comparte en pareja. Por ejemplo, una persona soltera no tiene que consultar sus decisiones con nadie más, puede disponer de su tiempo de ocio en base a sus preferencias, darse todos los caprichos que quiera desde un punto de vista económico dependiendo de sus propios recursos… Sin embargo, tener una pareja implica compartir.
Y para compartir, hay que negociar, es decir, ceder por ambas partes, poner en práctica la empatía de ponerte en el lugar de otro, evitar las discusiones innecesarias, fomentar la comunicación… Dentro de los objetivos de una pareja se encuentra el de disfrutar de la vida en común. Para ello, hay que dejar de lado todo egoísmo. Cuanto más intentes hacerle la vida agradable al otro antes lograrás, que la otra persona se comporte del mismo modo. En cambio, desde los reproches existen muchas más opciones de arruinar una historia, por bonita que sea.
Para evitar cualquier tipo de reproche también es clave aceptar que tu pareja sea tal y como es. Es decir, no puedes pretender que cambie por ti. Las personas sólo inician dicho proceso de cambio a través de una decisión íntima y no por coacción externa. Para ello, intenta ver todas las virtudes que tiene la persona que comparte su vida contigo, y potencia dichos puntos positivos.
El amor va evolucionando a través de etapas. Por ello, una vez que una historia de amor se consolida es habitual que la pareja decida casarse o convivir en común. En este sentido, cada vez es más frecuente que muchas parejas prefieran convivir antes de darse el sí quiero. Pero todavía existen personas muy tradicionales que se dan el sí quiero ante el altar. Incluso para tomar decisiones de este tipo es clave negociar y llegar a acuerdos porque puede suceder que cada uno tenga valores diferentes.