La naturalidad es uno de los rasgos más bonitos de un amor en el que existe interés por ambas partes y reciprocidad. En una historia de este tipo, nadie pone a prueba a otra persona, es decir, no se juega al juego de la indiferencia y de hacerle sufrir. Más bien todo lo contrario, tienes la libertad de mostrarte tal y como eres porque sabes que no existe ningún peligro desde un punto de vista emocional.
La naturalidad implica ser tú mismo, algo que no es tan sencillo cuando te interesa alguien y tienes expectativas en mente. Por el contrario, cuando estés inmerso en una historia en la que sientes que para recibir cinco minutos de atención y de cariño tienes que dar cien, entonces, haz balance porque estás tirando de un carro que pesa toneladas. La verdad es que no siempre la otra persona es clara en los sentimientos, por ello, es mejor que uno mismo aprenda a observar los hechos con objetividad tal y como son.
La naturalidad depende únicamente de la madurez emocional, y también, del hecho de tener un buen nivel de autoestima. Es decir, para poder lograrla es esencial empezar a trabajar la autoaceptación. Ser natural no implica que tengas que ser un libro abierto y contar todo de ti en una semana. Al revés, es bueno tener un toque de misterio, o simplemente, de sentido común. La confianza implica tiempo de conocimiento, de lo contrario, luego llega la decepción.
Intenta ser natural en todos los ámbitos de tu vida: con tu familia, con tus compañeros de trabajo, con tus amigos, con los nuevos conocidos, y por supuesto, también en el amor. Por ello, déjate conocer tal y como eres sin límites ni condiciones. Vale la pena intentarlo.