El corazón necesita vitaminas para vivir y para seguir latiendo con fuerza. Estas vitaminas son el amor, la amistad, la esperanza, la alegría, la ilusión… En definitiva, todo aquello que te hace sentir vivo cada mañana. Por el contrario, la indiferencia de los demás, la soledad y la apatía te conducen al abismo de la nada. A la sensación de creer que el mundo no tiene sentido tal y como es. La soledad adquiere su lado más amargo ante un caso de enfermedad.
El amor es la vitamina del corazón. Una frase que tal vez, podría servir de inspiración poética pero que a la vez, más allá de la metáfora muestra la realidad social del ser humano que crece y vive en comunidad, tiene que hacer un esfuerzo por relacionarse con los demás, mantener la cordialidad y la armonía en su día a día. De hecho, dependiendo del carácter de una persona se tiene más o menos receptividad para la integración en grupo. Alguien soberbio suele discutir con frecuencia, por el contrario, alguien humilde y amable puede tener muchas amistades en su entorno.
El amor es tan importante que por eso, el rechazo de la otra persona produce tanto dolor y deja una herida abierta en el alma durante un tiempo. En el peor de los casos, esta herida queda abierta durante muhos años cuando alguien se niega a superar el pasado y a afrontar los acontecimientos tal y como son.
Cuidar de los vínculos afectivos implica paciencia, trabajo y constancia. Es decir, la amistad no se mantiene por arte de magia a lo largo del tiempo por ello, nunca te permitas el lujo de actuar desde la ignorancia y dejar a tus amigos de lado tras encontrar pareja. Nunca sabes cuándo puedes volver a necesitarles, y entonces, ya no estarán a tu lado.