En la vida, existen momentos en los que las personas pierden la fe y la esperanza en el amor. En la sociedad actual, donde se valora la juventud, podría parecer que a la edad de los treinta o de los cuarenta años ya está todo dicho en el amor y en el trabajo. Sin embargo, la sociedad actual nos muestra que se empieza de nuevo constantemente. En el ámbito laboral, por ejemplo, existen desempleados de cincuenta años que afrontan el futuro con incertidumbre y esperanza.
Del mismo modo, en el amor, existen personas que rehacen su vida tras quedar viudas, gente soltera que deja de estarlo cuando ya había perdido la fe en el amor y personas que se separan, tal vez, porque ahora, se es más exigente con la idea de un “para siempre”. O también, porque la capacidad de sacrificio ya no es la misma que en generaciones anteriores.
La idea de que la vida da muchas vueltas, por una parte, resulta fascinante, es decir, te hace darte cuenta de que la aventura de vivir no es para nada previsible. Entre otras cosas, porque es más bonito vivir con la idea de que la incertidumbre aporta misterio a tu propia vida. La vida da tantas vueltas, que muchas veces, al mirar atrás, no puedes evitar sorprenderte del camino recorrido. De los cambios que se han producido. Y de la valentía que en muchas ocasiones, existe detrás de tantos actos. Es de valientes empezar de nuevo y romper con lo establecido para vivir en base a uno mismo y no en función de aquello que piensen u opinen los demás.
Por ello, en la vida, anímate a tener fe en el amor y creer que algo grande te espera en algún punto de tu camino aunque estés a punto de cumplir los setenta años. Ten en cuenta que nunca es tarde para enamorarse.