El cariño es algo que surge de forma natural y espontánea. De hecho, cuanto más te esfuerces por lograrlo de una manera forzada, entonces, menos resultados positivos obtendrás a largo plazo. La magia de la reciprocidad es esa precisamente. Y es que, poco a poco, se van creando lazos entre las personas. Pero, por supuesto, dichos lazos implican un tiempo.
En ocasiones, personas que se sienten solas, que nunca han tenido relaciones estables a su alrededor, terminan comportándose al margen de estas leyes que rigen el cariño humano. De este modo, en cierto modo, terminan asfixiando y agotando al otro desde un punto de vista emocional. Por ejemplo, alguien que quiere agradar a todo el mundo y que te acaba de conocer, puede que te repita constantemente si quieres que te acerque a casa en coche, cada día puede repetirte cuándo puedes quedar a tomar un café o incluso, tal vez, te haga regalos.
La realidad es que la autoestima es el motor de las relaciones interpersonales, y la obsesión no ayuda en nada al cariño humano. Por otra parte, en el ámbito de la relación con los hijos también es posible que aquellos padres o madres que se sientan culpables de no pasar todo el tiempo necesario con sus hijos, quieran compensarlo con compras y obsequios.
Lo cierto es que el cariño es ajeno a todo materialismo. Evidentemente, también se puede mostrar afecto a través de un regalo pero nunca los regalos deben ser la única base del cariño. Hay muchas más muestras de aprecio y de agradecimiento. En cierto modo, la manipulación o el chantaje emocional también son una forma de comprar el cariño de los demás. Ninguna relación crece de forma sana en base al: “Si haces esto, entonces te prometo que…”. Sencillamente, deja que te quieran por lo que eres y no por lo que aparentas.