Encontrar y cuidar un buen amigo es algo que se consigue a partir de hábitos que, en realidad, son alianzas personales que nacen de la reciprocidad y el interés común de esa afinidad que surge entre los dos. ¿Cuáles son los hábitos que definen las buenas amistades?
Tiempo en común
Dos buenos amigos encuentran espacio para verse. Por esta razón, de un modo natural, tienen una disposición para el encuentro. Ambos tienen agendas diferentes, sin embargo, buscan la forma de coincidir en el tiempo libre generando una frecuencia en los planes que también está en relación con las propias circunstancias personales.
Interés por saber cómo está
Cuando existe amistad verdadera, también surge un deseo voluntario de saber cómo se encuentra la otra persona. Algo que puedes hacer de la forma más sencilla a través de teléfono y presencialmente.
Respeto a la privacidad
Las conversaciones entre dos buenos amigos quedan en el ámbito de la privacidad, especialmente, aquellas cuestiones más personales. Así ocurre, incluso, sin tener que especificarlo. Es una consecuencia lógica de la confianza profunda que hay entre los dos.
La amistad importa más allá de las circunstancias
La situación personal de los protagonistas cambia y evoluciona a lo largo de la vida. Sin embargo, cuando la amistad es verdadera, siempre es importante alimentar ese vínculo. Sin encontrar en determinado factor una excusa para el distanciamiento o la falta de contacto. Cada uno hace partícipe al otro de su propio progreso y desarrollo.
Compartir las alegrías
¿En quién piensas cuando te ocurre algo extraordinario y quieres compartir esa buena noticia? Entre las personas que vengan a tu mente, tu amigo será una de ellas. Compartir la alegría es un hábito natural y constructivo de la amistad verdadera. En ese caso, existe un efecto contagio de emociones felices por todo lo bueno que le sucede al otro y se vive como propio.