El amor es uno de los ingredientes de esa receta perfecta de la felicidad que todos podríamos elaborar de una forma teórica. Por ello, nada mejor que tomar dicho modelo ideal como un referente práctico. Por ejemplo, a la hora de buscar pareja es importante saber lo que buscas para no conformarte con algo que no mereces. O simplemente, para fijarte en quien de verdad puede complementarte. La profunda felicidad del amor es un cúmulo de varios factores.
Por una parte, es bueno ser realista y lo cierto es que encontrar a la persona adecuada en el momento justo, no siempre es fácil. Por ello, una vez que has logrado ese objetivo, lejos de acomodarte por el hecho de que ya has conocido al otro, lo que debes hacer es apostar por esa historia al cien por cien, dejarte conocer, no acomodarte en la rutina ni estancarte en la monotonía, es decir, no buscar excusas sino darte cuenta de que está en tus manos sorprender al otro cada cierto tiempo. Además, el amor cuando es de verdad también te permite relajarte en un sentido positivo de la expresión porque no tienes que estar haciendo muestras de cariño cada cinco minutos.
Existe confianza y alegría para hacer planes en común. Pero especialmente, existe una predisposición positiva a la hora de hacer sentir bien a la otra persona, de escucharle y apoyarle en lo bueno y en lo malo. A veces, los poetas describen un amor cargado de pasiones y artificio, pero desde un punto de vista filosófico, lo importante es que una pareja se corresponda del mismo modo desde la ley universal del «te quiero tal y como eres».
Es decir, sin pretender cambios ni hacerle sentir al otro culpable por sus defectos y debilidades. El hecho de sentirte querido de la misma forma en la que amas te hace sentir lleno de gozo. Disfrútalo.