Los lazos de amistad son muy positivos y en el deseo de muchas personas, más allá de la edad, se encuentra la ilusión de ampliar su círculo social. Pero este propósito no siempre se materializa de forma inmediata. Existen distintas razones por las que no es fácil establecer este tipo de lazos.
Reciprocidad
La naturaleza propia de la amistad verdadera implica una reciprocidad. ¿Alguna vez te ha pasado que alguien te considera su amigo pero tú no le consideras tan cercano a ti? Esta situación también puede darse en la perspectiva opuesta. Que dos personas se encuentren en un buen momento, con intereses compatibles y con el tiempo necesario para conocerse, no siempre es sencillo.
Individualismo
El egoísmo puede mostrarse a través de la gestión del tiempo cuando alguien no muestra la misma disponibilidad para el encuentro con el otro. Un individualismo que puede mostrarse a través de distintos comportamientos. También ocurre esta situación cuando alguien toma la iniciativa en los planes pero casi nunca se adapta a las propuestas del otro.
A todo ello también se suma el hecho de que objetivamente, el tiempo es un bien escaso en la vida de muchas personas cuando la conciliación es compleja.
Historias previas
El pasado, a veces, produce una influencia en el presente cuando el recuerdo de determinadas experiencias lleva a una persona a limitar su espontaneidad en el presente por creencias que están reforzadas por aquello que ocurrió en otro tiempo. Por ejemplo, una decepción. Cuando interpretas una realidad actual desde el foco del tiempo pasado no estás siendo objetivo en aquello que puede suceder ahora. Pero si te predispones de manera negativa puede que alimentes el efecto de la profecía autocumplida.
Comodidad
Una persona puede sentir que tiene su vida tan formada en el plano personal que se siente bien en esta zona de confort y no se muestra receptiva ante el cambio.