El romanticismo es algo bueno, sin embargo, cuando se da en exceso y sin medida, entonces, también puede producir consecuencias negativas a largo plazo. Por ejemplo, cuando alguien tiene un nivel de idealismo desmedido, entonces, puede suceder que nada cubra sus expectativas en la realidad, es decir, que todo parezca demasiado imperfecto, soso y aburrido en comparación con un romance de película. La vida es una historia real, y como tal, tiene otros muchos elementos, además del romanticismo: sufrimiento, dolor, tristeza, rechazo, agotamiento, enfado…
Aprender a aceptar todos estos elementos puede ayudarte a valorar todavía más esos instantes de romanticismo que, por supuesto, se producen. Pero no son tantos como tal vez, nos gustaría, en más de una ocasión cuando surge el sentimiento de inconformismo interior, que es tan propio, del amor. Y es que, el amor, tiene vocación de eternidad y de perfección cuando es de verdad. Pero en la esencia de dicha perfección también hay espacio para situaciones que motivan menos.
En ocasiones, la soledad puede ser una consecuencia directa del exceso de romanticismo. Es decir, puede que no encuentres a una pareja que logre estar a tu altura, o incluso, que a pesar de tener pareja te sientas solo a nivel interior. Porque a nivel interno, tienes la insatisfacción de querer más. La realidad es que hay personas que no son románticas y son muy buenas, serias, responsables y comprometidas, es decir, tienen una gran capacidad de amar. Simplemente, lo hacen sin tantos adornos, ni artificios.
El romanticismo invita a soñar, sin embargo, la realidad, a veces, es tal y como es. Pero refleja de una forma clara lo que tienes, en cambio, el romanticismo te hace centrarte en más de una ocasión, en aquello que te falta, en la carencia. Por tanto, disfruta de ese amor que ya posees.