Ser el confidente de alguien no tiene por qué ser malo, todo lo contrario. Todos nos retroalimentamos de las vivencias externas, sean del tipo que sean: sexuales, familiares, laborales, etc. Lo mejor de las confidencias es que podemos aprender los unos de los otros, aunque, a veces, si te involucras demasiado esto puede ser bastante perjudicial.
Todos tenemos miedos o dudas que nos gusta contar a alguien ara saber otra opinión. Cuando tienes dudas sobre tu relación, empiezan a surgir diferentes miedos e inseguridades que necesitas contar. Debes elegir bien a tu confidente aunque, recuerda que a veces, es más fácil contarle a alguien que no te conoce tus problemas que a otra persona que sabes hasta lo que desayunas.
• Pensar- reflexionar- meditar
Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, como consumidores pasivos de mensajes. Durante este proceso, atravesaremos por diferentes sentimientos contradictorios. Ten cuidado con ellos ya que estos pueden dañar tu pareja, o a la pareja del que se está confesando contigo. Cuando te cuenten algún problema amoroso, intenta pasar un tiempo tranquilo con tus pensamientos. Esta es una buena manera de separar preferencias y aconsejar de la mejor manera posible. Si crees que no debes decir nada, que sólo debes escuchar, hazlo.
• Mirar más lejos
No te centres sólo en el problema que te están contando. Intenta recordar a la otra persona todos los buenos momentos que ha vivido con su pareja.
• Cultiva una buena relación
Debes ser un buen confidente y conseguir que confíen en ti. Cuando alguien te cuente algo, no debes contárselo a nadie más.