Existen diferentes formas de vivir y de entender el amor. Toda diferencia supone una gran riqueza a nivel emocional. Existen personas que no creen en la pareja, aunque sí en el amor. Piensan que el hecho de vivir año tras año con la misma persona termina desgastando mucho el vínculo, y al final, poco o nada queda de esa pasión inicial. Contemplan como imposible la idea de un amor para toda la vida porque el ser humano se siente atraído por diferentes personas a lo largo de su existencia. Las personas con esta forma de pensar se muestran muy poco receptivas a la hora de mantener un compromiso estable a largo plazo porque se sienten encerradas en esa idea del amor. ¿Por qué se llega a esta situación de escepticismo?
En primer lugar, por la propia observación del panorama social actual donde el amor parece que se define más por su caducidad que por su eternidad. Por supuesto, existen personas que a pesar de pensar de este modo, se arriesgan cuando conocen a alguien especial e incluso, cambian de opinión. Sin embargo, en la mayoría de los casos, las personas que no creen en la pareja huyen del matrimonio o de cualquier vínculo de estabilidad que sea semejante.
En cierto modo, no pasa nada por no creer en la pareja ya que desde un punto de vista emocional, no es necesario estar en pareja para poder ser feliz. Por ello, para muchas personas la soltería representa su mayor momento de bienestar y de felicidad, sin tener que renunciar por ello, a ilusiones sentimentales.
El problema real surge cuando alguien que sí cree en la pareja y que aspira a casarse, se enamora de alguien que piensa de una forma tan opuesta. Ya que en ese caso, puede tener la sensación de haberse encontrado con un imposible.