Parece que todo resulta más fácil cuando somos nosotros quienes tenemos elevadas exigencias hacia aquellos que nos rodean: pareja, amigos y familia. Sin embargo, todo se ve de una forma más difuminada cuando en primera persona tenemos que asumir con valentía nuestras propias carencias. Sin duda, el arte de pedir perdón es un privilegio que sólo está destinado a los valientes emocionales. Es decir, a aquellos que con humildad saben rectificar a tiempo, pedir disculpas y dar las gracias por el cariño.
Para pedir perdón a otra persona, previamente, tienes que perdonarte tú a ti mismo por aquel error que cometiste. Lo cierto es que la culpa no es una buena compañera de viaje cuando se arrastra durante muchos años. Existen culpas que incluso, proceden de la infancia. El arte de pedir perdón implica poner el corazón en los actos, es decir, tener la capacidad de reflexionar desde un punto de vista ético sobre determinado hecho.
Además, el perdón reporta el equilibrio nuevamente a una relación. Un equilibrio que se rompió a través del dolor causado. De este modo, se produce una vez más el reencuentro entre dos personas que se quieren y que se aprecian. El perdón es un acto libre y generoso, por ello, aquel que lo pide también tiene que estar preparado para que el otro no esté dispuesto a olvidar.
Para pedir perdón a alguien es positivo buscar el momento adecuado y oportuno. Es decir, esperar a un encuentro tranquilo. Por otra parte, es fundamental abrir el corazón y ser generoso. Hablar en primera persona. En una situación de este tipo, para quedarte bien contigo mismo, di todo aquello que necesites exteriorizar. No te quedes con nada dentro, aprovecha el momento como si fuese oro. De normal, si el cariño era real por ambas partes, después de una disculpa, la relación volverá a ser como antes.