La vida social de un ser humano no es estática sino dinámica a lo largo de los años. Una entidad viva que cambia, es decir, algunas personas se suman a tu grupo de amigos, mientras que otras, se marchan. La ley de la inercia rige estas relaciones sociales que te aportan vitalidad, te hacen sentir que formas parte de un grupo y a su vez, dicho sentimiento de pertenencia te da autoestima. Sin embargo, las relaciones sociales parece que desaparecen como la espuma en determinados momentos de la vida.
Por ejemplo, existen personas que tras separarse de su pareja tienen que empezar de nuevo y se sienten solas. En algunos casos de divorcio, el entorno más cercano tiende a posicionarse de parte de aquel que se considera víctima de la situación. En general, la persona que es abandonada. Por otra parte, también existen otros momentos en los que puedes haberte sentido muy solo. Por ejemplo, al tener que cambiar de ciudad para trabajar durante una temporada. En ese caso, es positivo dar tiempo al tiempo porque conforme más te integras en la rutina de la nueva ciudad, más posibilidades tienes de ir conociendo a nuevos amigos. Para este tipo de situaciones, es excelente que te animes a conocer gente en redes sociales a través de internet.
Las relaciones sociales también se caracterizan por una mayor profundidad y autenticidad, o por el contrario, por la superficialidad. La hipocresía social es un claro ejemplo de personas que viven únicamente cuidando las apariencias, pensando en el qué dirán. El peligro de estar mucho tiempo encerrado en uno mismo y en aislamiento es que pueden perderse muchas habilidades sociales, como por ejemplo, la amabilidad, tomar la iniciativa en los planes, la ilusión de conocer gente nueva…
Cuando has tenido una decepción muy fuerte, es posible que tengas menos ganas de confiar en la gente. Sin embargo, la vida adquiere un color gris desde la desconfianza.