Existe un proceso de conocimiento habitual. Cuando conoces a una persona te parece perfecta porque solo ves en ella aquello que reluce. Es decir, no le conoces tanto como para poder observar también sus defectos. De pronto, le conoces y un día, ese príncipe azul que parecía perfecto destiñe, cae del pedestal y se convierte en rana.
Hacer autocrítica
En lugar de analizar la situación de una forma externa es más constructivo hacer autocrítica a nivel interno para no entregar el corazón antes de tiempo a nadie, es decir, para no poner expectativas desmedidas en el lugar equivocado. Por otra parte, aspirar a que alguien sea perfecto es exigirle al otro un requisito que tú no puedes cumplir: todo ser humano tiene cambios de humor, tiene manías, defectos…
Por tanto, conviene aparcar los tópicos de los cuentos de hadas y de las comedias de Hollywood para optar por el amor real: aquel que surge entre dos personas en igualdad de condiciones que se conocen de verdad y más allá de sus limitaciones son conscientes de que en ellas brilla más todo lo bueno. Los príncipes azules caen del pedestal igual que las princesas de cuento. Quien se obsesiona con encontrar a una persona perfecta, no encontrará nunca a alguien que cumpla todos los requisitos esperados.
Puntos a tener en cuenta
Una cosa es que no exista la perfección y otra muy distinta que te conformes con actitudes que no te llenan o que justifiques situaciones que no te gustan. Ser exigente en el amor te ayuda tener las ideas claras.
Puede que una persona te haya decepcionado por motivos objetivos al conocerle más, en ese caso, tienes que valorar si quieres darle o no una segunda oportunidad. Solo tú puedes saber la respuesta de este interrogante porque eres tú quien toma las riendas de tu vida.