El tiempo, que transcurre durante los desplazamientos que realizas en metro, autobús o tren, juega a tu favor cuando surge un flechazo inesperado.
Llevas diez minutos de trayecto a bordo de un tren de largo recorrido. Observas a través de la ventana los andares precipitados de personas y piensas en el estrés que se origina en las grandes ciudades. Todavía queda algo más de una hora para que finalice tu viaje y comience tu jornada laboral en esa oficina que produce escalofríos.
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