Un marido tacaño


En la pareja, una cosa es ser precavido con la economía de la casa y otra bien distinta impedir que ambos disfruten del día a día con pequeños placeres.

Frecuentemente en el seno de la pareja conviven dos posiciones enfrentadas sobre cómo “tratar el dinero”. Por un lado está quien considera que “la vida son dos días” y que el futuro es incierto por lo que hay que vivir intensamente cada instante y eso en muchas ocasiones significa echar mano al bolsillo. Sin embargo, otras personas prefieren planificar meticulosamente el porvenir y ante los miedos de un futuro peor, deciden “ahorrar escrupulosamente todo lo que pueden y más”.

Has dado con un marido que observa con recelo cualquier gasto que realizáis… Si la inversión va dirigida al hogar no es conveniente ya que con lo que se tiene, aunque sea viejo y obsoleto, es suficiente. Si quieres modernizarte con alguna prenda de moda, no es la ocasión idónea y no te queda otro remedio que apañarte con tu escaso fondo de armario. Y con los hijos pasa lo mismo: los juguetes instructivos, la ropa, el calzado… Todo son cosillas de las que se pueden prescindir ya que seguramente el resto de la familia os las pueden dar o regalar.

Si vamos a bienes de primera necesidad como la alimentación, tu cesta de la compra está presidida por marcas blancas y productos en oferta. Darte un capricho con un artículo novedoso y algo más caro de lo habitual queda fuera de lugar.

La cuestión es que el “concepto de tacaño” alude a una larga lista de matices. Lo que para unos es indicador de persona ahorrativa, para otros es puro egoísmo. Lo ideal es analizarse uno mismo e instalarse en un equilibrio ya que tan malo es convertirse en un tacaño que ser un derrochador.