Existe una parte muy bonita del amor, que es la de tener delante de ti a otra persona a la que debes descubrir para poder conocer de verdad. Es decir, se suele dar mucha importancia a la primera impresión del aspecto físico, sin embargo, la realidad es que sin el respaldo del modo de ser, es imposible enamorarte de verdad. De hecho, en aquellos casos en los que te enamoras de una persona sin conocerle no existe información real sobre el otro sino una idealización desmedida o también, un amor platónico.
El descubrimiento debe de ser mutuo, es decir, el interés tiene que ser recíproco para poder fundar las bases de una relación sana y estable. Para poder generar confianza es necesario dar tiempo al tiempo, es decir, hacer planes con el otro, tener conversaciones interesantes, mostrar apertura a la hora de preguntar para que el otro también pueda explicarse.
Por otra parte, para conocer a otra persona también es importante observar el entorno. Comprobar la relación que tiene con su familia, con sus amigos o compañeros de trabajo. A veces, esta comprobación puede hacerse de una forma directa, por ejemplo, observando cómo habla con su madre cuando le llama por teléfono, que tono utiliza, si la relación es cercana.
Los valores también son esenciales en el conocimiento de la otra persona porque para fundar una pareja lo positivo y adecuado sería que existan valores comunes por ambas partes. De lo contrario, la relación podría ser incompatible y hasta imposible. Está claro que también se pueden llegar a puntos intermedios a través de acuerdos y pactos. Sin embargo, hay valores a los que una persona no puede ni debe renunciar cuando forman parte de la identidad de uno mismo. Merece la pena enfrentar este proceso en positivo porque es muy bonito ir descubriendo a la otra persona con ilusión y dejar que te sorprenda.