Nos cuesta la idea de asumir que las personas son imperfectas y se equivocan. Mientras esperamos una perfección absoluta en los demás, no nos damos la posibilidad real de conocer a un buen amigo. Pero además, esperamos del otro algo que nosotros mismos no podemos ofrecer. El camino de la amistad está repleto de aciertos, errores, buenos momentos y discusiones. Lo más importante es que la esperanza esté firme siempre en el horizonte.
Qué hacer en una situación así
En primer lugar, tienes que hacer balance de la gravedad del daño pero también, de cómo es de importante para ti esa persona en tu vida. Haz balance a largo plazo y no te quedes con el mal sabor de boca del momento presente. ¿Te entristece la idea de no tener contacto con tu amigo dentro de cinco años por eso que ha pasado ahora? Entonces, escucha tu corazón.
Los errores sirven para aprender
Lejos de tener una visión poco constructiva de las decepciones personales, es muy beneficioso para uno mismo, entender que aunque los errores duelen sirven para aprender y te ayudan a crecer y a mejorar como persona. Gracias a todos los fallos que has cometido en tu vida o gracias a todas las heridas que has vivido, eres capaz de querer a los demás de una forma más sincera en la madurez que en la adolescencia. La universidad de la vida es práctica y después de cada tropiezo, puedes empezar de nuevo.
No des la espalda al corazón
No vivas de espaldas a tu corazón, sé sincero contigo mismo y apuesta por las personas que te importan. Eso no significa tolerarlo todo porque las relaciones personales deben comenzar por el respeto que te tienes a ti mismo. Sin embargo, tampoco es lógico tirar la toalla ante el primer obstáculo porque el perdón te hace grande.