Islandia es un país rico en tradiciones culturales. La mezcla de raíces vikingas y celtas ha dejado arraigadas costumbres en la pareja que el resto de los países del mundo debería tomar como ejemplo.
Procedente de las sagas islandesas te detallamos el comportamiento de la mujer islandesa en la sociedad medieval: una forma de proceder que muchas mujeres deberíamos imitar ya que el bienestar queda garantizado.
En el momento del matrimonio, el colectivo de féminas se topó con problemas que coartaban su libertad: el papel de la mujer a la hora de decidir sobre si su marido le convenía o no era un negocio paterno. Sin embargo, éstas disfrutaban de total independencia y autoridad en etapas en las que su marido estaba ausente (bien por destierro, bien por verse inmerso en una expedición vikinga). Entonces ella se convertía en la dueña y señora de la familia.
En caso de desear una separación radical de su pareja, la mujer recurría al “Althingi” para exponer su circunstancia y solicitar el divorcio de su marido.
Cuando una islandesa se quedaba viuda o se divorciaba podía casarse nuevamente sin necesidad de consultar a la familia, aunque los consejos nunca estaban de más.
Actualmente Islandia es una sociedad culturalmente orientada a educar niños sanos y felices. La mujer islandesa considera una estupidez esperar hasta los 38 años para tener el primer bebé ya que saben que pase lo que pase el futuro de los hijos está asegurado. Hablamos de la composición de familias extensas, cuyo comportamiento para los menores es de tribu: la forma ancestral y genuina de criar a los bebés y niños humanos, entre muchos adultos amorosos y no encerrados entre otros de su misma corta edad.
Los Países Nórdicos están considerados como un modelo debido a su éxito en la lucha por la igualdad de géneros y la armonización de la vida profesional y familiar. La mayoría de mujeres islandesas trabaja fuera de casa, de ahí que es evidente que la familia y el trabajo deban coexistir de manera satisfactoria.