Para amar hay que tener el valor de compartir. Y esto potencia la generosidad en el seno de la familia. Entonces, te colmas de paciencia para escuchar las inquietudes de tus hijos pequeños que, para ti como adulto, carecen de importancia. Diariamente dedicas un tiempo especial para jugar, conversar, salir de paseo. Y por supuesto, reservas en tu agenda un momento privilegiado para “estar a solas con tu pareja”.
Es necesario compartir en familia, ya que la unión de sus miembros no se plasma en una fotografía, se va tejiendo todos los días con pequeños detalles de cariño y atención. Así demostrarás un auténtico interés por cada una de las personas que viven contigo.
Tal vez te preguntes ¿Cómo sé si se está cultivando el valor de compartir en mi familia? Lo primero es que sepas que los valores humanos no se compran, se viven y se otorgan como el regalo más preciado que podemos dar. No has de preocuparte si todos dedican parte de su tiempo para “permanecer en el hogar” y disfrutar de la compañía de los demás. Para ello es vital dejar el egoísmo a un lado y buscar la convivencia llena de armonía y cariño.
En otro sentido, también se manifiesta en todo su esplendor la acción de compartir junto a los amigos. Pasar tiempo con las amistades descubre mundos dentro de uno mismo. Siempre puedes extraer una enseñanza positiva de “esa amiga” que camina al mismo ritmo que tú. O de “ese colega” que te ofreció otro punto de vista sobre un asunto. Se establecen vínculos sanos basados en la confianza cuando te abres a la amistad.
Como conclusión puntualizar que compartir hace más felices a las personas, porque te enriqueces del prójimo al mismo tiempo que despliegas tu sabiduría.