Todas las tradiciones coinciden en que la actitud mental es el factor principal que determina la concepción y el sexo del hijo.
Según el pensamiento oriental, si una mujer desea quedar embarazada al hacer el amor con un compañero viril, es muy probable que lo logre. Por el contrario, si no desea quedar encinta, su psiquis se inhibe, rechazando el esperma.
Los días más propicios para la concepción son aquellos que corresponden al término de la menstruación. Tal afirmación consta en las obras de sexología procedentes de India, Tíbet, China y Japón.
En los momentos en que la pareja se entrega al amor, una especie de agitada energía extática se eleva a través de los centros psíquicos. Las enseñanzas esotéricas exponen que “esa energía” atrae y hace descender el espíritu de su ser que ya existe en el estado intermedio entre la muerte y el nacimiento y que es impulsado por el karma correcto.
Desde el punto de vista biológico se precisan una serie de requisitos para alcanzar la concepción. La mujer ha de estar sana y ser fértil, el hombre poseer un semen potente. Pero además es necesario un lazo de espiritualidad y amor que vivificará la unión.
Existen percances… Si el niño es concebido con miedo o deseo estos sentimientos invadirán la escena familiar.
Es curioso a la vez que excitante el pensamiento oriental que expresa que “la mujer da a luz un niño que se parece a la persona en la que piensa en el momento de la concepción”. De este modo, en la antigua India, las mujeres se visualizan a sí mismas haciendo el amor con un ser divino, como Krishna, en la creencia de que algunas cualidades divinas pasarían al nuevo ser.