Tienes el amor de tu parte porque te acompaña en tu caminar tu media naranja y no hay nada que te colme de mayor satisfacción. Pero la vida no os ha brindado la oportunidad de tener una casa, un bien necesario para estrechar vuestra intimidad y echar raíces.
A veces no queda otro remedio que recurrir a los familiares para tener un techo donde vivir. Sin embargo, has de tener presente que tales circunstancias traen conflictos, por lo que es conveniente iniciar una extensa búsqueda de alojamiento… Por supuesto cuando los medios económicos sean favorables.
Uno de los principales obstáculos para alcanzar el objetivo de una vivienda es la falta de dinero. Y, a su vez, esa escasez, viene determinada por encontrarse ambos miembros de la pareja en el paro. Así que, partiendo de estas dos premisas, lo prioritario es lanzarse a una amplia búsqueda laboral. A partir de ahí y en función de los ingresos mensuales decidir si es más idóneo “vivir de alquiler” o “comprar una casa”.
Una solución intermedia es pedir un préstamo a algún familiar allegado y de plena confianza… Con el dinero que os proporcione podréis “ir saliendo airosos” de los percances. Y cuando vuestra economía vuelva a estar en pleno apogeo, devolver el dinero prestado.
Superar estas nefastas situaciones se hace con mayor dureza cuando anteriormente se ha vivido una experiencia boyante y de repente toda la estructura de la dicha se viene abajo. Si, además la pareja tiene hijos, la cosa se complica aún más… Pues los niños deben estar atendidos constantemente. Lo más frecuente es solicitar la ayuda de los progenitores… Seguramente ellos os “tenderán una mano”.
Se han dado casos en que los menores han pasado a ser cuidados por los servicios sociales. Una postura que deja a los padres preocupados y repletos de incertidumbre por el futuro de sus hijos.