El romanticismo y una idea cursi son dos términos incompatibles. Mientras que aquello que es romántico es estimulante a nivel emocional, resulta agradable y seductor en sí mismo. Aquello que es cursi resulta empalagoso y produce rechazo en el otro. De hecho, mientras que el romanticismo es una vía para estimular el amor y el deseo, lo cursi puede llegar a producir risa. Y aunque el humor y el amor también están muy unidos conviene recordar que se puede ser romántico sin rozar el límite de lo que ya deja de serlo. ¿Cómo ser romántico sin ser cursi?
Todo tiene un límite
En primer lugar, conviene recordar que todo en exceso cansa y, por tanto, el romántico también tiene que encontrar el equilibrio justo y necesario en la expresión de sus afectos sin terminar desbordando al otro por el exceso de medida. El romanticismo tiene su espacio en el amor, sin embargo, una relación de pareja no se compone solo de momentos románticos sino que hay muchas más parcelas como la rutina, la amistad, los momentos cotidianos, el trabajo, la vida familiar… En realidad, la clave reside en ser romántico cuando hay que serlo porque para todo existe un momento especialmente propicio.
Piensa en la forma de sorprender al otro
El romanticismo es una forma de expresión personal pero también es un modo de comunicación entre un emisor y un receptor. Por tanto, no sólo tengas en cuenta tus propios gustos y necesidades sino también, el modo de ser de tu pareja. Una persona muy tímida, por ejemplo, podría sentirse incómoda con una declaración de amor hecha en público. Es importante adaptar la forma de una idea a la sensibilidad del otro.
No busques lo extraordinario
Existen personas que asocian el romanticismo con algo extraordinario en una relación cuando en realidad, dar valor a los pequeños detalles de la rutina cotidiana es la mejor fórmula de romanticismo que no tiene fecha de caducidad. Dedica tiempo a tu pareja porque ese es el mejor regalo en una sociedad en la que la prisa, con frecuencia, aprieta demasiado el amor.