Como todo en la vida contraer matrimonio a una edad temprana, trae consigo una larga lista de ventajas pero también las circunstancias pueden generar componentes negativos.
El hecho de casarse siendo aún un jovencito/a puede deberse a factores como la pobreza, presión por los bienes dotales, preocupaciones de los padres acerca del sexo y el embarazo prematrimonial o por razones de índole económica o cultural. Sin embargo, hay situaciones en las que lo que prevalece es el verdadero amor y entrega entre los cónyuges.
En uno u otro caso, la verdad es que tener hijos muy pronto, puede ver mermadas las expectativas profesionales, sobre todo las de la mujer, ya que la mayoría de las veces son éstas las que se encargan en primer término de la crianza de los retoños.
Por lo tanto se deben establecer nuevas oportunidades educativas, ampliar las redes sociales, mejorar el poder de negociación de ambos. Brindar información y servicios en salud reproductiva será una de los objetivos de muchos programas políticos dirigidos a estas jóvenes parejas.
Las responsabilidades a las que tienen que hacer frente los matrimonios: Pago de una vivienda, presupuesto para la comida, manutención y educación de los hijos, se vuelven un tormento para los más jóvenes.
Es necesario concienciarse de la realización de un trabajo en equipo. Una cualidad esencial del matrimonio es la unidad. Siempre se sale vencedor cuando se actúa al mismo paso y pasión.
Hacer frente a un panorama nuevo trae consigo también una evolución como persona, la madurez incrementa y eso son valores que seguramente se transmitirás a la descendencia. Sobre todo jamás perder la ilusión por vivir incorporando pequeños detalles que precisamente el dinero no puede comprar.
Además no hay que olvidar que se puede alcanzar una mayor autonomía personal a través del matrimonio. Se deja atrás el seno familiar donde te has criado para “dar luz verde” a un nuevo hogar en el que tus iniciativas serán libres y propias.