Cuando una pareja se rompe es habitual que no sea de mutuo acuerdo. Aunque los dos decidan que dar por terminada su relación será lo más positivo más ambos, suele ser uno de ellos el que da el paso, el que realmente está decidido a dejar su vida con su compañero sentimental para comenzar una nueva etapa.
Esta es la principal razón por la que es tan complicado ser amigo de un ex. Incluso cuando la conversación es definitiva y la decisión es firme, el que está convencido de que la relación no puede funcionar suele ser el que añade “podemos seguir siendo amigos”. Pero ¿cuántas veces ocurre? Muy pocas.
La clave está en preguntarse si antes de que vuestra relación de amor comenzara eráis amigos. Si la respuesta es afirmativa, entonces existen muchas posibilidades de que logréis mantener una amistad porque, aunque no será sencillo, se trata de recuperar algo que ya había existido en el pasado.
Si, por el contrario, nunca habíais sido amigos, la cosa se complica, ya que ninguno conocerá ciertas maneras de actuar del otro, cuando no existe amor entre ambos. Además, comenzarán a ocurrir situaciones que nunca antes habíais vivido y a la que no sabréis cómo reaccionar. Y entonces surgirán montones de dudas: ¿le regalo algo por su cumpleaños? ¿Le cuento que me gusta alguien? ¿Le presento a mi nueva pareja?
La inmensa mayoría de las veces todos estos contextos, tan habituales entre amigos, se convierten en embarazosos y muchas veces conllevan al malestar de alguno de los dos, al enfado e incluso a la depresión.
Por ello es muy importante que, antes de tomar la decisión de ser amigo de tu antigua pareja, tengas claro si realmente estar dispuesto a comportarte como un verdadero colega o si únicamente lo haces como una manera de mantenerte cerca de tu ex.