Cuando empiezas a conocer a una persona, empiezas a descubrir diferentes facetas y actitudes que pueden ir mejorando o estropeando la relación que estáis empezando. Una parte muy importante de la forma de ser de una persona es el temperamento.
El temperamento es la dimensión dinámica y enérgica de la personalidad que se expresa a través del comportamiento. El temperamento es considerado por algunos psicólogos como lo que caracteriza la forma de nuestras manifestaciones. El primer intento de identificar y explicar los tipos temperamentos se remonta a los tiempos de Hipócrates y Galeno. Existen diferentes tipos de temperamento entre los que destacan: sanguíneo, flemático, colérico y melancólico.
Los sanguíneos son alegres, felices, optimistas y se adaptan muy fácilmente a la mayoría de las situaciones. Son personas activas que pueden intentar emprender nuevas acciones cada cierto tiempo ya que necesitan algo nuevo. El flemático es más calmado y no le gusta ser molestado. Calcula sus acciones y parece tener una paciencia infinita. Es muy meticuloso en todo lo que realiza. Eso sí, es muy introvertido y se guarda todo para sí mismo.
El colérico es enérgico, ansioso, impetuoso y, a veces demasiado impulsivo. Este temperamento es desigualmente manifestado, por lo tanto, los estados de ánimo cambian rápidamente. Tiene tendencia a la dominación. El melancólico tiene una muy baja resistencia al esfuerzo continuo. Habla muy poco y tiene dificultades para relacionarse con los demás y estar rodeado de gente. Estas personas pueden tener problemas de adaptación a la sociedad. Habla muy pocas veces y hace pocos gestos durante su discurso.