Someterse a una prueba de paternidad


La llegada de un hijo, debe ser uno de los momentos más maravillosos para la vida de sus padres. Sin embargo, la situación puede volverse muy difícil de llevar en el caso de que existan dudas sobre la paternidad de ese bebé.

Esto puede ocurrir bien porque el supuesto padre por desconfianza en su pareja o porque tenga sospechas de infidelidad de su pareja, dude acerca de que realmente lo sea, o por el hecho de que la madre esté totalmente convencida de que sí lo es (entre otros casos).
Para ello existen las pruebas de paternidad, que permiten conocer de forma rápida y discreta el código genético de un hijo.

Estos infalibles test certifican que el niño al que se atribuye una paternidad lleva un 50% de los genes de quien cree ser su padre.
Un pelo del niño con raíz o la saliva del padre, serán suficientes para que el solicitante ponga en marcha la prueba de paternidad, algo que sucede en el 98% de los casos sin que se entere la madre.

La mayoría actúan a través de internet e informan de la filiación sin que el interesado se mueva de casa. En estos casos, el solicitante deberá respetar unas imprescindibles normas de esterilidad.

Las instrucciones a seguir se incluyen en las páginas web de las compañías, que envían los envases recolectores al domicilio del interesado, a quien no siempre exigen la identificación.
El precio de una prueba oscila entre 300 y 600 euros si no se pretende que tenga validez jurídica, y 1.000 en caso contrario.

En definitiva, se trata de un método eficaz y seguro para determinar la paternidad de un hijo, acabando así con la angustia que en muchos casos provocan las dudas acerca de ello, en las parejas.

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